por Oscar Ayala
¿Por qué? Si bien se presenta el clásico recurso del genero
conocido habitualmente por: "chico conoce chica se enamoran pero no puede
estar juntos", eso tarda en suceder. En los 95 minutos de duración del
largometraje nos damos cuenta de que Martín y Mariana son tal para cual, pero
ninguno de los dos está al tanto de la existencia del otro. Hay una
reinterpretación de aquello concebido como "amor a primera vista".
Los personajes, con una pequeña dosis de
"aburguesamiento" y una mirada de soledad tratan de buscar o
encontrar la felicidad en un paisaje urbano que parece abrumador. Sin caer en
obviedades, esa cotidianidad genera empatía. La ciudad, ese laberinto que
funciona como una extensión de nosotros muchas veces no nos permite levantar la
mirada y saber quien está a nuestro lado. Es por eso que la carta ganadora que
dispone el realizador yace en el lugar y el momento que pueda reunir al chico
que diseña páginas web y a la arquitecta que decora vidrieras.
Un dato no menor son los conocimientos de arquitectura del
director que se ven muy bien reflejados en lo que piensan y dicen los
protagonistas. Lo que se construye o se tapa es una radiografía de la sociedad,
de cómo nos movemos y de cómo nos relacionamos con los demás. Ilusiones,
desilusiones y contradicciones del día a día se pueden observar a través de
nuestros ojos pero también lo podemos hacer abriendo la ventana.
Una historia distinta. Sencilla en retrospectiva pero muy conmovedora. Lo mismo que nos separa es lo que nos puede unir. Pareciera ser que el foco esta puesto en las casualidades a modo de escenario y panorama de nuestras vidas.
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