Buscamos en el tiempo de los perdidos las
palabras divinas, pretendemos que el poder nos explique porque la fuerza logra
siempre vencer al débil, y nos debilitamos a cada momento porque si bien
sabemos que no dirán seguimos esperando una respuesta.
Miramos (porque
pocos lo leen en su totalidad) los periódicos como si fueran revistas de fotografías,
nada mas importante que la imagen. Ante el ignorado contenido, la creatividad berreta
sale a luz, nos terminamos inventando el episodio y en el mar de letras
ordenadas por sección, es el conventillo lo destacado por entretener.
Nos desgarra el
deseo que nace desde lo más profundo de nosotros, ese que nos hace querer ser
indispensables en los canales más solicitados de la élite, y existen aún ciertos
estereotipos para los cuales su mayor anhelo sigue siendo poder palpitar “una
voz en el teléfono”.
Es el Dios
verdugo perteneciente al poder y encargado de la economía, a quien
desarticulamos tan solo porque los papeles masivos hospedados en el canillita,
nos dijeron que y como pensar. De este modo lo glorificamos o lo torturamos en
un abrir y cerrar de ojos. Siempre según nuestra supuesta opinión.
Es el dilema
quizás…
Interiorizarnos
(de ser posible deducir), por donde caminamos. Y así como alguien triste no
divierte, no podremos tal vez entender lo que tanto criticamos si primero no
escuchamos a quien vive en nuestro interior, no podremos aplicar ningún tipo de
saber sin antes asegurarnos quienes somos.
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