Por Exequiel Arrua
La verdad, y las cosas insignificantes de los años
muertos hoy dictaminan maneras para vivir, reduciéndose solo a una. Lo que se
guardo para otro momento tantas veces nos guarda en estos días en espacios cada
vez más pequeños, siendo esta jornada una simple habitación.
Algunos medios aseguran que mas de la mitad de la
humanidad no ve a sus familiares lejanos hace ya diez años, encontrándose ellos
solo a cuadras o metros de distancia. Los rostros mas recordados son los de cámaras
Web donde el recuerdo es según la calidad del artefacto, los cuales hoy solo
tienen lugar en museos privilegiados que nadie visita, pero que siguen
existiendo para recordar lo deslumbrarte que era vivir creyéndonos dueños del
mundo.
La libertad letal de aquellos días en la que
fabricábamos formas de ser y hacer de manera cada vez mas placentera, hace que
hoy no sepamos como se lucha por un ideal, e intentemos de formas absurdas
lograr lo que ya no esta disponible, al menos para nosotros. Aquí los esfuerzos
limites son ilustrar un graffiti en alguna remera, o por toda la casa según el
grado de intencionalidad que se tenga, para conseguir insignificantes cosas,
que solo es un premio de lo que queda de la sociedad para que no te surja la
idea (si es que la hay) de revolución.
En un lugar desconocido, el cual las grandes
potencias buscan desmedidamente, existe una mínima tribu de los años perdidos,
que lucha y pretende salvar lo que queda del mundo mediante esfuerzos diarios,
dolorosos y poco valorados. Y el mundo
moderno que no se entero que ya no tiene ideología propia, se ríe degradando la
verdad.
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