Daniel Burman,
en este film, aborda la temática de la mentalidad judeo-argentina de un modo
muy particular y entretenido. Superando lo que hiciera en “Esperando al
Mesías”, y que luego seguiría con “Derecho de familia” (una trilogía no oficial
digamos). En “El abrazo partido” se vale de un constante costumbrismo a flor de
piel donde aparecen distintos personajes muy bien delineados. La historia se
desarrolla en una de las tantas galerías del Once. Un micromundo más que
especial.
Ariel Makaroff
(Daniel Hendler) no encuentra su lugar en el mundo y se encuentra en esa
búsqueda. Ayuda a su madre en su negocio de lencería. Ariel, ex estudiante de
arquitectura, con problemas para relacionarse con las mujeres, sueña con irse
de ese mundo asfixiante y emigrar a Europa (no perderse su entrevista con un
funcionario del consulado polaco, donde tramita el pasaporte). El padre de
Ariel se marchó a Israel para participar en la guerra del Yom Kippur cuando era
pequeño y él aún no ha superado el abandono. Ariel quiere recuperar su
nacionalidad y viajar, quizá allí pueda terminar sus estudios.
El guión,
escrito por Burman, junto con Marcelo Birmajer, adquiere cosas tomadas de la
vida del director sin ser algo plenamente autobiográfico (específicamente su
propósito de recuperar la nacionalidad polaca para partir hacia Europa). En el
film surgen reflexiones sobre las relaciones humanas. Nos presenta a un
personaje que se lo puede considerar como un vago, cuestionador de todo A pesar
de su ociosidad, no perdemos la empatía hacia él. Hendler le aporta cierta
ternura (una característica presente en la mayoría de sus interpretaciones). La
crisis argentina se toca de manera sutil: la necesidad de emigrar, tan
contemporánea es un punto persistente en la película.
Con una
dirección dinámica y de buen ritmo gracias a los cortes discontinuos que
acompañan a una cámara en movimiento, Burman tiene la habilidad de mostrarnos
la otra cara de este centro comercial donde transcurre la mayoría de la obra.
Con zooms repentinos podemos ver a llamativos personajes: un par de primos
hermanos que venden telas, la sensual encargada de un local de Internet, un
matrimonio de hermanos coreanos protegidos tras la vidriera de su negocio de
feng shui, una “aparente” agencia de viajes.
El director
aborda de un modo minucioso las obsesiones judeo-porteña. No lo hace de manera
pretenciosa ni seria. Lo hace a través del humor. Esa cotidianeidad del film
produce una identificación inmediata en ese tipo
estereotipos.
Estereotipos que no son maliciosos sino que se reproducen con naturalidad. Otro
ítem para destacar en el film es la utilización de la voz en off (en la mayoría
de las realizaciones argentas queda mal). Aquí la voz en off se encuentra muy
bien ubicada. El recurso se mueve con claridad y sencillez.
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