por Oscar Ayala
En el film, el
director Ezequiel Acuña nos propone ver o recordar situaciones en la que la
adolescencia es la única protagonista y todo lo que esté relacionado a esa
parte de la vida. En la película
pareciera ser que no pasa nada pero en realidad sucede de todo. El mundo que
nos muestra Acuña es adolescente pero no en el sentido teenage y colorido de
los avisos publicitarios sino que adolecen de personalidad.
Martín (Nicolás
Mateo) es una persona incompleta y no la pasa del todo bien. Tiene diecisiete
años. No tiene comunicación con su familia. En el colegio lo están por echar. No
es el mejor momento para la banda en la que toca la batería. Su amigo de
siempre ya no está tan cerca. No puede encontrar a su hermano mayor que hace
dos años que no ve. De esta manera inicia una búsqueda para salir de la
insatisfacción del presente continuo.
“Nadar solo”
despliega un rigor estético y artístico absoluto y notorio. Si bien es
meticulosa no despliega virtuosismos inútiles para quedar bien con el cine
comercial. La obra tiene un tono y lo mantiene con convicción, y ese tono se ve
favorecido por cierto anacronismo en el mundo del protagonista, que lo ubica en
un tiempo que es el presente pero que también puede referir a algún otro
período de tiempo ha elección del espectador.
La película se
lanza hacia el camino de las emociones. Ezequiel Acuña lo logra sin golpes
bajos ni picos dramáticos. No hay en nuestra cinematografía argenta otro film con
un joven como el personaje de Martín. En nuestro cine argento generalmente los
jóvenes solían ser representados por adultos o por jóvenes que actuaban como
adultos. En las generaciones posteriores surgieron nuevos tipos de jóvenes,
pero expresaban de forma demasiado obvia y verbal las ideas de los directores. “Nadar
solo” muestra algo completamente nuevo: el personaje es auténtico y creíble.
La segunda película
de Acuña (“Como un avión estrellado”) se centraba en una historia de atmosfera
similar sin embargo no tuvo el impacto de su opera prima. Es que en “Nadar solo”
el reflejo adolescente encuentra su ritmo justo, con silencios y encuadres
modestos pero efectivos. La transición, observación e introversión silenciosa
que encontramos en el mundo del director lo acerca a uno de sus referentes
reconocidos por él mismo como lo es el cineasta Gus Van Sant.
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