por Exequiel Arrua
No se puede en
el tiempo ubicar los actos con exactitud, pocos lograron armar el archivo
nacional del individuo solitario. Solamente existen expectativas que van
marcando un posible escenario, no recordamos aquellos que atestiguamos porque
no estamos seguros de haber dicho algo relacionado a la veracidad que
convivía con nosotros.
Nos quedamos
esperando que el colectivo se apiade de nuestras manos ocupadas y se detenga
para llegar a tiempo para cuando el niño regrese del colegio. No escuchamos
nuestro reclamo en el discurso de aquel nos trajo un kilo de arroz, no sentimos
como quisiéramos sentir los discursos de los toma decisiones.
Se nos murió la
ilusión esperando que suene cambalache en la emisora de moda, y la modista me
recomienda el suéter del local de la esquina para que su amiga ingrese lo antes
posible en el mercado textil.
Estamos a la
espera de esa mujer o ese hombre que entienda lo inentendible. Aguardamos el
tren en la vieja estación abandonada, aquella que no defendimos en la década
feliz. Somos personas personificadas por lo que “tendría” y resignamos la
esencia al punto de perderla en baches mentales que con el tiempo desconocemos
si existieron o no.
Peleamos con el
mundo por la libertad del otro siendo presos del prejuicio y victimas de las
imposiciones sociales, somos el proyecto revolucionario de la posmodernidad.
Somos una tentadora oferta para un sistema sin sueños tangibles, parecemos
maquinas que intenta parecerse a quienes conformaban la humanidad.
Estamos
demorados pensando la salida, todos los días estamos saliendo a la libertad
terminando la jornada en la esclavitud tecnológica que nos convenció que jamás
nos libraremos de la estupidez, a no ser que nos parezcamos a los antepasados
infelices que se murieron sin saber vivir.
Estamos a la
espera de un ajuste de precios mientras estafamos en la cotidianidad a los
débiles del sistema, caminamos hacia los sueños inventando barreras que
obstruyan las metas y somos perfectos buscadores de imposibilidades para poder
refugiarnos en la resignación más cómoda de todas.
Así la vida va
tomando forma, y las formas se ven limitadas por las imposiciones y los
requisitos que nos exigen para existir dentro de un mundo acelerado que
manipula nuestros deseos y necesidades. Los días parecen ser una simple y
eterna espera que con el paso del tiempo nos hace olvidar los objetivos para
sumergirnos en el goce de lo que nos fue impuesto.
La revisión de
los sucesos nos muestran mucho mas expectativas que llegadas, y pocos se
percatan a tiempo que todo lo anhelado en realidad siempre nos estuvo
esperando, y fuimos nosotros mismos quienes nos inventamos la imposibilidad
volviéndonos un cobardes mas que por medio de las excusas asimilo su fracaso.
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