Por Exequiel Arrua
Resulta sumamente complicado
explicar (y sobre todo explicarnos) aquello que nos caracteriza y nos define
como lo que somos. Cada uno de nosotros es tantas veces y de tantas maneras como la cantidad de percepciones que caen sobre nosotros.
Las distintas disciplinas fueron
clasificando en grupo a través de los años, y hoy son tantas las formas de ordenar
la misma cosa que la confusión se fabrica en simultáneo, sin que nos demos cuenta,
y a la velocidad de la luz.
La necesidad de tener un nombre
hoy se ha vuelto una estética que se encuentra mas cerca del rotulo que de una designación
que facilite el reconocimiento en los tumultos. En otro sector, también
sectorizado, las masas son entendidas como amontonamiento de gente la cual se
intenta guiar según los intereses de los guías; así los debates tomaron
relevancia en la historia y han ido abriendo puertas que daban a ventanas, y
ventanas que desembocaban en puertas. Tristemente aun quedan muchos encerrados
en laberintos mentales que no hacen otra cosa que retroceder el proceso, permitiéndoles
solamente la marcha atrás en el camino del nuevo mundo.
La preparación académica nos
otorga sin que nos percatemos una suma incontable de saberes que luego
regularan nuestro análisis, volviéndonos indefectiblemente subjetivos con
tendencia a lo aprendido a lo largo del pasaje que transitamos consciente o
inconscientemente, por elección o por necesidad. Entonces, serán NO hijos de Dios aquellos que
no apliquen el mismo criterio o actúen a partir de saberes distintos a los míos,
saberes erróneos.
Estamos algo distraídos, y digo
algo porque la otra parte de nosotros esta confundida. ¿Porque decimos lo que
decimos, y porque sostenemos el discurso mas allá de la critica?
Conocemos la tendencia de
ciertos lugares, sabemos que hace frío con solo mirar la geografía, y ubicamos el
infierno muchas veces cercano al Ecuador. Pero lo cierto es que solo sabemos lo
que leímos de un mapa desconociendo totalmente la precisión de los datos, como también
deducimos el verano a consecuencia de un calendario. La realidad se confunde
con la deducción; y como nadie lo sabe, sin darnos cuenta caminamos efímeramente
sobre una de las dos.
La otra vertiente posible que se
desarrolla en la maqueta del mundo tiene que ver con los intereses y expectativas
de la vida, o intentos de vida. Algunas luchan corren desesperadamente detrás de
la ambición de color verde, la cual coquetea con su valor a diario generando lo
que el mundo dominado reconoce como “crisis financiera”. El otro extremo es
algo menos pretencioso, y solo desea masticar barato aquello que el Mesías
utilizo para alojar su cuerpo por siempre. Aquí nace también la dependencia
eterna, esa que el mundo padecerá por siempre, la guerra interminable entre el
valor y el ser, la honestidad o el dinero, el precio o la libertad.
En las casas, en las mansiones,
en los montes y en los lugares que aun no conocemos. En grupo, de a dos, con
desconocidos o en solitario. Con alegría, con dolor, con culpa y con sueños;
siempre nos encontramos desesperados en situaciones cotidianas que intentamos
revertir. Esto no es nuevo para la humanidad, pero tampoco se podría garantizar
que sea humanamente aceptado. Sin embargo somos el ejemplo, somos la corrección
como también el error. Somos los matices y la oscuridad, somos el problema a
resolver. Pero pocas veces nos damos cuenta que nuestras frustrantes e
interminables criticas somos nosotros mismos, y que la voluntad de cambio no
alcanza a la hora de esperar un resultado.
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